How animals feel and think?

How animals feel and think? Do they have families, friends and are capable of developing actions that most people deem “exclusively human”. These entry’s reflections hinge on a former post I wrote about the Laudato Si encyclical on ecology. What are the disadvantages of holding an anthropocentric philosophical view on sustainability development? Ethology helps us to understand fundamental insights about animal and human psychology that had been for long time misconceived.

En una entrada anterior de este blog, comentaba la encíclica Laudatio Si del Papa Francisco y su relación con los objetivos de desarrollo sostenible definidos por Naciones Unidas. Alababa el diálogo establecido por Francisco con la ciencia, pero no podía evitar mi decepción con la escasa valoración que en la encíclica se daba al aporte de la ciencia económica, en particular, la economía ambiental.

En el post deje caer una reflexión sobre la capacidad exclusiva del hombre de asignar un valor al medio ambiente. Y, aunque adelantaba la cautela de que esta visión pecaba de antropocéntrica y, por tanto, limitaba su alcance científico. No obstante, sostenía, que si queremos conciliar el medio ambiente y los objetivos del milenio, la concepción antropocéntrica, aunque imperfecta, resulta útil debido precisamente a la singularidad del ser humano en ser el único depositario de valores morales; lo que, continuaba, otorga a nuestra especie obligaciones consigo misma y deberes de protección con aquello que conocemos como la naturaleza.

En este punto, por tanto, y sin renunciar a las ventajas y desventajas de la visión antropocéntrica, en la que el “ser humano” es el único ser vivo que se considera “persona moral”; básicamente porque posee “razón” y “libertad” lo que le hace poseedor de un derecho inmanente y no derivado. Aunque todo hay que decirlo: la definición de racionalidad no está exenta de muchos problemas.

Como era previsible cuando uno se adentra en estos jardines filosóficos, recibí algunos comentarios de amigos que tienen el gusto y la paciencia de leerme, alertándome, con razón, de que la comunidad científica dedicada a la etología -la ciencia del comportamiento animal en su entorno- ha llegado a un consenso general suscrito solemnemente en 2012 en la declaración de Cambridge sobre la existencia de la conciencia en los animales. Ya que en el anterior post veía las ventajas del enfoque antropocéntrico, les debo a mis amigos lectores una explicación de cuáles son las limitaciones del enfoque antropocéntrico que no trataba en mi anterior post.

imagen post animales

Desde un punto de vista científico puede afirmarse que las evidencias sostienen que los animales sienten y piensan, aunque como manifestaba Philip Low, en la presentación de las conclusiones de la mencionada declaración de Cambridge: “decidimos llegar a un consenso y hacer una declaración para el público que no es científico. Es obvio para todos en este salón que los animales tienen conciencia, pero no es obvio para el resto del mundo… No es algo obvio para la sociedad.”

No es obvio para mucha gente… aunque si echamos un vistazo a nuestro muro de Facebook o canal de YouTube, ciertamente cada vez son más las personas, que conmovidos por comportamientos altruistas y compasivos de los animales, difunden evidencias coincidentes con el consenso existente en la comunidad científica.

La sociedad occidental y, en menor medida otras sociedades, están llegando a las mismas conclusiones que la ciencia obtiene aplicando la regla de la navaja de Ockham. En igualdad de condiciones, la explicación más sencilla suele ser la más probable. Así que, animado por unirme a tan excelente compañía –los amigos del facebok y los científicos-, prestemos atención a los razonamientos de los científicos que vienen divulgando la ciencia del comportamiento animal. ¿Cuáles son las respuestas sencillas que la etología nos plantea?

Y, también, cuáles son las preguntas –hasta hace poco “prohibidas” por la corrientes conductistas dominantes – que nos abren la puerta a nuestro encuentro con los animales. ¿Tienen los animales familia; y relaciones personales? ¿Se reconocen unos a otros? ¿Puede un lobo ser magnánimo? ¿Los elefantes velan y pasan duelo? ¿Tienen algunos animales, como las hienas, capacidad de engañar y pueden anticipar su conducta a lo que piensan otros? ¿Cooperan los delfines y las orcas con los humanos para cazar? Estas y otras preguntas se plantea Carl Safina en un excelente libro – Beyond Words – que recomiendo lean si tienen curiosidad por saber quiénes son y quiénes somos, los animales; si, también nosotros.

También pueden escucharle en esta charla TED.

¡Quiénes son! Esta es la pregunta que nos interpela cuando comenzamos a observar el mundo desde fuera del ángulo de nuestra especie y nos damos cuenta de que la especie humana no somos la medida de todas las cosas. La etología nos ayuda a ver que en nuestro progresivo extrañamiento de la naturaleza, nos hemos alienado del sentimiento de comunidad compartida con los animales en una tierra común.

Una de las observaciones más perspicaces que nos brinda la etología es darnos cuenta que, al igual que los humanos somos todos iguales, y, a la vez, nos diferenciamos porque tenemos una personalidad diferente; otros seres vivos son iguales y, a la vez, cada especie es diferente; y siguiendo el razonamiento hasta el final, concluimos que en cada especie, cada ser es un individuo dotado de personalidad. Leyendo a autores como C. Safina, Frans de Waal o Jane Goodall se puede aprender como los animales pueden cruzar el puente que nos separa de ellos. Trasciende lo que siempre ha sido aparente, que un perro busca la compañía humana, que el halcón vuela hacia el halconero y que los delfines nos guían y protegen de otros depredadores.

Vista la naturaleza desde este ángulo, nos lleva a asumir que entender mejor a los animales –objetivo de la etología- no es un capricho; es un imperativo moral para hacer más justa y humana la civilización. ¿Seremos capaces de dejar un mundo mejor y en sintonía con la naturaleza?

Y regresando a nuestra visión antropocéntrica, Diego Azqueta nos recuerda en su libro, que así como existen posturas muy recientes de discriminación por raza, sexo, religión que parecen superadas, al menos, desde el punto de vista de la discriminación moral. El caso de otros seres vivos, por ejemplo, la protección a los primates, no sería mas que un ejemplo de este tipo de discriminación respecto al resto de especies. Derribar barreras en torno al “especismo o racismo antropocéntrico” es posible que sea el siguiente paso, lo cual encuentra, como es obvio, muchas limitaciones que van más allá del alcance de la discriminación. Por ejemplo ¿qué haríamos con las especies que necesitan matar para vivir?, ¿Cómo se clasifican aquellos seres vivos manipulados por el propio ser humano?…

Daniel Sotelsek