Uno de los puntos más discutidos en la última Cumbre de la Unión Europea fue la forma evitar que los diferenciales de riesgos continúen ampliándose y pongan en duda la solvencia de países grandes como Italia y España. Descartada la posibilidad de emitir eurobonos, los menos ortodoxos se animaron a proponer que se dé permiso al Banco Central Europeo (BCE) para realizar compras de títulos de deuda pública en el mercado primario.
No obstante, hubo muchas voces de protesta. Algunos consideraban que permitir realizar este tipo de acción al BCE supondría la pérdida de su autonomía. Otros complementaban el argumento afirmando que la política monetaria no podía estar sujeta a la posición fiscal y de solvencia de los países.
El corolario de esta discusión fue adelantar a julio de 2012 el Mecanismo de Estabilidad Europeo, que estará dotado con 500.000 millones de euros, y realizar un aporte al FMI de 200.000 millones de euros solo disponible para países de la Zona Euro.
Esta semana Reino Unido se negó a realizar el aporte que le correspondía al FMI, argumentando que está “dispuesto a incrementar los recursos del FMI junto con otros países del mundo a fin de ayudar a cualquier nación con problemas”, pero no que el fondo sea de uso exclusivo de la Zona Euro.
Independientemente de las razones, posiblemente válidas o al menos discutibles, para que se haya tomado esa decisión, hay algo que parece evidente y es que comenzar a dar señales de falta de unidad no es positivo. Al parecer la crisis ya a superado las esferas económicas, y comienza a entrar dentro de las políticas y sociales. Para evitarlo, justamente, sería necesario mostrar la unidad del continente.