Reviewing issues of “competitiveness” (part 1)
¿Tiene España un problema de competitividad?
Does Spain have a competitiveness problem?
Today we are going to continue reviewing economic issues. Every day we see in newspapers and on the news, analysis on issues of economy, but often this information are not precise (sometimes even the journalists who write are no accurate in what they say). Since the beginning of the crisis, it has been said that the real problem is not the debt in Spain, but rather the low competitiveness. But what is really the competitiveness? How can you measure the competitiveness or at least have an idea of their level relative to other countries?
Seguimos “repasando temas de economía”, que todos los días vemos analizados en los periódicos y en las noticias, pero que muchas veces no conocemos con precisión (a veces ni siquiera los periodistas que escriben). Desde el comienzo de la crisis se está hablando que el problema real de España no es la deuda, sino la baja competitividad. Pero, ¿qué es realmente la competitividad? ¿Cómo puede medírsela o al menos tener una idea de su nivel relativo a otros países?
La competitividad de un país es la capacidad que posee para producir bienes y servicios a precios internacionales. Un país que sea capaz de producir a los precios de mercado, entonces podrá vender obteniendo ganancias, lo que a su vez genera empleo, consumo y crecimiento. En cambio, un país cuyos costos de producción sean mayores a los precios internacionales, solo puede producir con pérdida, por lo que no lo hará, cediendo la posibilidad de obtener un mayor mercado y una tasa de crecimiento y bienestar más elevada.
Cabe aclarar que es muy difícil resumir la competitividad de un país en un solo número, ya que como mínimo tiene un nivel de competitividad por sector económico, e incluso por producto. Por ejemplo, los países desarrollados históricamente se caracterizaron por ser competitivos en productos de elevado valor agregado, como manufacturas y servicios, mientras que los países en desarrollo han sido más competitivos en productos de bajo valor agregado, como materias primas. No obstante, esta caracterización en los últimos años se ha visto modificada por la elevada competitividad ganada por muchos países en desarrollo en la producción de manufacturas, con China como principal exponente, aunque los eslabones de mayor valor agregado de la cadena siguen realizándose en términos generales en los países desarrollados.
Pero, ¿cómo se determina la competitividad de un país? En resumidas cuentas se puede definir por dos conceptos. En primer lugar, por lo costos internos de producción valorados en moneda local. Cuanto menores sean los costos de producción, más competitivo será un país. El otro componente es el tipo de cambio, lo que traduce los costos internos en moneda local a precio internacional. Un país con una moneda sobrevaluada tendrá mayores dificultades de ser competitivo que otro con una moneda devaluada.
Entonces, afirmar que España tiene un problema de competitividad es decir que: o bien tiene costos en moneda local muy elevados, o bien tiene una moneda sobrevaluada. Como el grueso del comercio exterior de España se realiza con países de la unión monetaria, la competitividad se resume a los costos internos, ya que se comparte la misma moneda. De esta forma, se alcanza la conclusión de que España tiene que bajar costos internos. Pero, ¿cómo se hace esto?
La primera y más agradable opción es mejorando la productividad. Con los avances técnicos y tecnológicos, el proceso de producción se hace más barato. El problema es que este tipo de mejoras suelen desarrollarse muy lentamente, por lo que las políticas públicas tendentes a generar ganancias de productividad son a largo plazo (pero no por ello poco importantes). La otra posibilidad es reducir precios y salarios. A igualdad de productividad, un país será más competitivo si sus salarios e insumos son más baratos.
Hay quienes afirman que la reducción de salarios es relativamente veloz, al menos lo suficiente como para proponer que la solución de la baja competitividad de España pasa por reducir precios y salarios. Dos objeciones al respecto. La primera es que desde hace más de 80 años, con la aparición de los sindicatos y los avances en los derechos de los trabajadores, reducir salarios no es tan fácil. De esta forma, quienes plantean esta solución pueden estar obviando un aspecto fundamental de la economía actual (¡los economistas nos especializamos en demorar nuestra comprensión de la realidad, por lo que muchas veces analizamos la economía presente como si fuera la de hace más de un siglo!). Pero más allá de la velocidad del ajuste de salarios, también queda el tema de que una reducción en la capacidad de consumo de las clases trabajadoras, generará un efecto contractivo sobre la demanda que puede hacer perder escala a la industria y así perder productividad y competitividad. La idea que subyace a esta afirmación es que el comercio exterior será capaz de reemplazar al consumo local como motor de la demanda interna. Pero no olvidemos que las exportaciones de España representan menos del 30% del PIB total (incluido las importaciones), porcentaje bastante elevado en términos internacionales, pero que tiene que hacer un esfuerzo casi imposible para compensar las variación en el consumo interno, que representa el 80% del PIB (ver gráfico).
Ahora bien, todo esto es suponiendo que España tiene un problema de competitividad. Pero, ¿y si no lo tiene realmente? ¿Y si la crisis no es por un problema de competitividad, sino por un escasez de demanda? En ese caso, la receta de ajustar los salarios y los precios solo agravaría el problema. Para dar una primera respuesta a estas preguntas, se puede observar el balance comercial y por cuenta corriente de nuestro país, así como la composición por sectores económicos de las exportaciones e importaciones. Pero, dado que ya nos hemos extendido demasiado, esto lo dejaremos para la semana próxima.
La productividad nos puede jugar una mala pasada….
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