Esta semana nos toca hablar de lo que ha pasado con el BCE, por ello vaya una primera entrega informativa al respecto (uuna segunda parte aborda de forma crítica esa actuación) .
En la última semana, la prima de riesgo experimentó una reducción de 140 puntos básicos, la mayor caída desde la creación del Euro, para ubicarse apenas por encima de los 400 puntos. La razón de este comportamiento no es el incremento en la confianza acerca de la solvencia de España, sino la probable intervención del Banco Central Europeo en los mercados secundarios de deuda de los países en problemas. De esta manera, esta evolución fue compartida con otros países como Italia y Portugal. Pero los beneficios de la compra de deuda por parte del BCE no serán gratuitos. Para ello, los países deberán pedir un rescate a los socios europeos, el que poseerá –en palabras de Draghi- “estrictas condiciones”. Existen dos fórmulas de rescate, el completo y el parcial. El primero, ya realizado en los casos de Grecia, Irlanda y Portugal, consiste en el otorgamiento de fondos líquidos para financiar al país, ante su imposibilidad por acceder a los mercados voluntarios. Este rescate lleva aparejado un programa de ajuste para el país. En caso de incumplir con los objetivos de déficit, en principio el financiamiento se cortaría. El rescate parcial consiste en poner a disposición del país una línea de crédito en caso de que se agraven los problemas de acceso al financiamiento. La diferencia con el anterior es que no necesariamente se utilizará el dinero. La idea es que ante la existencia de esos fondos de contingencia, el mercado voluntario acepte seguir financiando al país, de forma que no sea necesaria su utilización. La contrapartida de este tipo de rescate es una vigilancia especial por parte de la Comisión Europea. Ya es casi un hecho que España pedirá un rescate parcial, de forma de poder acceder a la compras de deuda por parte del BCE. Así, el Estado logrará reducir el costo de su financiamiento y reducir levemente el déficit fiscal por este aspecto. No obstante, esto no implica que el gobierno interrumpirá su política de recortes. Más bien todo lo contrario, dado que de esta forma los costos de no cumplir con los objetivos de déficit son mayores, ya que implica la pérdida del beneficio de las compras del BCE. Si bien es una medida en la dirección correcta, es totalmente insuficiente. Lo que necesitan en este momento las economías europeas es un incremento de la demanda, el cual -dadas las condiciones- solo podría realizarlo el sector público. Sin embargo, cada vez se ven más medidas en la dirección contraria. El fin de semana, Hollande, presidente francés, anunció recortes por 30.000 millones de euros. Si los países que tiene algo de holgura fiscal recortan, entonces aquellos cuya solvencia se encuentra en duda poco es lo que pueden hacer. Asimismo, como lo demuestra la evolución de las prestaciones sociales españolas, los recortes no necesariamente implican mejoras en el déficit fiscal.Por otro lado, cabe destacar que estas medidas no son el resultado de una modificación en las concepciones del BCE en relación a su objetivo de inflación y crecimiento. En efecto, si bien la autoridad monetaria reconoció que la Zona Euro se encontrará en recesión todo lo que resta de 2012 y buena parte de 2013, dejó bien en claro que su preocupación continúa siendo la inflación. Es por eso que las emisiones de dinero resultantes de las compras de deuda serán esterilizadas, manteniendo la base monetaria en los niveles considerados adecuados dado el objetivo de inflación del 2%. Por último, el comunicado del BCE afirmaba que estas medidas constituían un cortafuego para evitar situaciones extremases. ¿Acaso estas situaciones extremas son la salida de Grecia del Euro, y la compra de deuda es una forma de intentar paliar sus efectos adversos? Solo el tiempo dirá, pero por lo pronto –así como hace el BCE- habría que ir preparándose para pensar que lo peor todavía no sucedió.